El cole de Martina
Ya os había dicho en una entrada anterior que cuando Martina debutó con diabetes tipo 1 iba cuatro horas por la mañana a la guardería y que sus profes en cuanto supieron que estaba ingresada vinieron al hospital para que les explicaran como debían actuar con su diabetes.
Pues cuando fuimos a comunicarlo al cole de mayores al que Martina tenía que acudir este curso y al que ya acudían sus hermanos, nos recibieron con las manos abiertas, apoyándonos en todo lo que la niña necesitara y dándonos todas las facilidades.
Esto fue un respiro para nosotros, aunque si os digo la verdad, iba tranquila convencida de que esa sería su respuesta, ya que del cole no puedo decir más que maravillas en todos los sentidos.
Aun así pasé el verano nerviosa pensando en cómo nos organizaríamos, y en agosto cuando yo ya sabía que estaban de vuelta en el cole, fui hasta allí para pedir una reunión con la coordinadora de infantil, la coordinadora del comedor y la tutora. Nos recibieron las tres juntas e íbamos cargados con toda la información que se nos pudo ocurrir sobre diabetes infantil tipo 1, con el glucómetro, con las insulinas y con todas las pautas a seguir impresa y plastificada. De nuevo nos dejaron admirados cuando la tutora nos contó que había estado leyendo sobre diabetes infantil todo lo que había podido desde que le habían comunicado que Martina estaría en su clase. Ella sobre todo, se aprendió todo lo que la niña necesitaba.
Con respecto al comedor, yo no la quería dejar pero mi marido, el médico y las profes insistieron en que sí. Establecimos que cada día yo haría una adaptación del menú del cole con las raciones de hidratos que Martina necesitaba y con los cambios que creyera conveniente si lo del menú no era adecuado para ella, empecé haciendo una planilla semanal en la que yo no recibía respuesta de cómo había comido, por tanto con el tiempo se nos ocurrió realizar una diaria en una libreta donde me comunicaran por escrito exactamente qué era lo que finalmente había comido teniendo en cuenta que era muy mala comedora.
Les pedí que durante las dos primeras semanas me dejaran ir a mí a hacer los controles porque me sentía más tranquila, porque yo estaba hecha un flan. Las semanas iban pasando y aunque la mayor parte de los días Martina estaba muy estable yo seguía yendo, en realidad no hacía mucha falta.
A las diez y media iba, la medía yo o la profe y la dejaba ya tomándose la merienda, trataba de molestar lo menos posible, por no interrumpir y porque quería que me dejaran seguir yendo. Volvía a las doce y media antes de la comida, en un principio sólo había que medirla, no necesitaba insulina antes de comer.
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