Hace unos días me llegó un comentario de unos papás preocupados porque su hijo Adrián, de tan solo 20 meses recientemente diagnosticado de diabetes, no aceptaba las inyecciones de insulina.
Que le vamos a pedir a niños tan pequeños, la diabetes es una enfermedad muy dura de asumir ya para un adulto cuanto más para un niño pequeño. No se trata de que te convenzan un día, de ser bueno en ese momento y dejar que te pinchen como si fuera una vacuna y ya está. Sino que ese acción se repite de forma rutinaria día tras día e incluso varias veces cada día.
Cuando diagnostican a nuestro hijo de diabetes se nos cae el mundo encima, desde el primer segundo tenemos que asumir la nueva situación porque al segundo siguiente tenemos que estar aprendiendo todo lo que esta enfermedad implica. Cuanto antes lo aceptemos y seamos capaces de realizar sus controles antes conseguiremos actuar con naturalidad y esto ayudará a nuestro hijo a aceptarlo también.
El debut del niño diabético se diagnóstica, con suerte, días después de desencadenarse la enfermedad, y digo con suerte porque en muchas ocasiones se achacan los síntomas a otras enfermedades o no se les da importancia y los niños acuden al hospital cuando ya se encuentran en condiciones graves de salud. En cualquier caso, cuando al niño diabético empiezan a administrarle la insulina y a regular los hidratos de carbono sienten una gran mejoría, esto ayuda a los niños a entender que sin los pinchazos se sienten enfermos y con ellos se encuentran mejor.
Si para todos nosotros el momento de inyectar la insulina se convierte en una situación estresante se desencadena un circuito en el que la pescadilla se muerde la cola del que resulta difícil salir. Nosotros estamos tensos porque hay que pinchar al niño, el niño lo nota, nosotros nos preocupamos por como va a reaccionar, porque le va a doler y porque no va a querer y el niño reacciona de la forma que sus padres están esperando porque se ha puesto nervioso porque a nadie le gusta que le pinchen, se ha puesto nervioso porque se da cuenta de que sus padres están nerviosos y porque además de esa manera está creando una llamada de atención para decirnos que no entiende y no le gusta lo que le pasa, que él aun es pequeño para que le pidamos actuar como una persona mayor.
Para ayudar a nuestro hijo y a nosotros también, para deshacer esa pescadilla que se muerde la cola y que desaparezcan los momentos de tensión es importante aceptar, asumir y estar dispuestos a realizar los controles que la diabetes infantil de nuestro hijo necesita con total naturalidad, debemos convertirnos un poco en enfermeros, médicos y educadores en diabetes para desde el primer momento hacer de forma paralela una enseñanza a nuestro hijo aunque sea pequeñito y un aprendizaje para cada día actuar de forma más segura y con más conocimientos.
También podemos ayudar al niño con diabetes tipo 1 presentándole a otros niños con diabetes, se sentirán mejor al ver que no son unos bichos raros sino que es una enfermedad que tienen mucha gente. Si no tuviéramos la posibilidad de hacerlo a nuestra hija le ha venido muy bien ver los dibujos en los que alguno de los personajes tiene diabetes para sentirse identificados, nos sorprenderemos al escucharlos decir ¡ah se pincha el dedo como yo!
Y sobre todo paciencia, paciencia y paciencia que para los niños con diabetes infantil la vida se vuelve muy dura desde el día del diagnóstico. No convertir todas las horas del día, cada minuto que pasa en un recordatorio de que nuestro hijo tiene diabetes (sin perder el control en ningún momento de su estado de ánimo y de las glucemias que le corresponden) dejémosle vivir y convivir con todos los niños en sus juegos, actividades, en el colegio y en la familia.
¡ Dejémosle crecer disfrutando de la vida!
Buenas Marta!!! en primer lugar nos encanta tu blog y en el hay información muy interesante y necesaria. Soy el papá de Adrián y agradecemos enormemente tu atención y tus palabras, ya que se agradece ver una visión mas positiva de esta situación que nos está resultando bastante traumática. Por lo menos el resto de rutinas y situaciones las tenemos totalmente normalizadas y Adrián está muy contento y animado. Esperemos que poco a poco todos podamos ir asimilando y normalizando este momento del pinchazo para que no suponga tanto en nuestra vida. Muchas gracias!! Saludos. Sergio
ResponderEliminarHola Sergio: Entiendo muy bien por lo que están pasando y es muy cierto lo que escribió Marta. A nuestra hijita majito que fue diagnosticada al 1 año y 4 meses (ahora tiene 3 años), a un principio nos pasó lo mismo, nos estresaba mucho ese momento del pinchazo por que ella lloraba y nos ponía una cara de "por qué me hacen esto!" y eso nos afectaba mucho, además que estábamos inseguros de si le estábamos pinchando bien y un montón de cosas más que se te pasan por la mente.
ResponderEliminarNo hay otra que, como dice Marta, que actuar como un enfermero, dejando a un lado la carga emocional, dándole el mensaje de que es algo que debe hacerse por su bien. A nosotros creo que nos tomó como un mes en dominar esa angustia y estrés al momento del pinchazo. Una cosa que al menos a mí me sirvió como papá de mi majito, fue mostrarle como yo me pinchaba después de pincharla a ella (claro, sin insulina) explicándole que no es nada del otro mundo. Te comento hasta ahora lo hago, cuando majito se queja de que le duele o no quiere que le pinche.
Saludos y ánimo.