Sin querer somos más blandos con nuestros hijos cuando tienen una enfermedad que les condiciona de por si su vida, tratamos de exigirles lo mismo que a sus hermanos pero en el fondo nos cuesta no ceder ante pequeñas cosas que no les pasaríamos en condiciones normales. Cuantas veces no pensamos “pobre, ya tiene bastante con tanto pinchazo” y les consentimos pequeños caprichos … que a sus hermanos no les pasaríamos.
¿Es justo para él? ¿Es justo ante sus hermanos? Como siempre el equilibrio es difícil de establecer, partiendo de que ya de por si cada niño necesita unas atenciones diferentes y aunque los pilares esenciales de la educación entre hermanos deben de ser los mismos, en la realidad la naturaleza de cada niño lleva implícitas unas necesidades concretas y nos exige unas formas de actuación a la hora de aplicar normas y exigir conductas en cada uno de ellos. Por tanto y sin que haya grandes desequilibrios, por qué no vamos a ser un poco más blandos con ellos.
De por sí, incluso desde bien pequeños los niños con diabetes tipo 1 son muy responsables y
maduran antes que los demás niños de su edad, la vida les ha exigido ser fuertes, valientes y
responsables por tanto aunque les permitamos algún que otro capricho, enseguida tienen que volver a la cruda realidad que su diabetes infantil les impone.
No queremos niños que crezcan entre algodones, que no sean conscientes de la diabetes infantil que sufren o que se conviertan en unos diablillos que crean que todos los que les rodean han de hacer lo que se les antoje en cada momento. No les haríamos ningún favor, debemos de educar desde la niñez con el ejemplo, con la sensatez de que el día a día forma a nuestros chicos del futuro.
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