Hola soy Martina, y se me ha ocurrido una idea divertida de ver toda esta situación. Espero que os guste!!!
Hola soy Martina, y se me ha ocurrido una idea divertida de ver toda esta situación. Espero que os guste!!!
Desde Creciendo con diabetes creemos que se trata de una
actividad que resultará muy interesante para los jóvenes, participar resulta
muy sencillo ¡ANIMAROS!
Cada vez se ven más debuts
diabéticos en niños de dos o tres años, a esta edad los niños no se plantean
ningún tipo de pregunta acerca de su enfermedad, superada la aceptación de los
pinchazos no se plantean nada más. Hasta los peques que más se disgustan con
las agujas, superan esta situación si sus padres le aportan tranquilidad porque
realmente la administración de insulina les permite encontrarse físicamente
mejor. Hay que tener en cuenta que a estas edades les cuesta transmitir lo que
les duele.
Pasados unos años, alrededor de
los seis o siete, ya empiezan a cuestionarse el porqué de su diabetes. Pueden
llegar los miedos, ya conocen mucho sobre su tratamiento pero no sobre la
enfermedad en sí: por qué a mí, voy a tener diabetes para siempre, qué me va a
pasar, o incluso, como yo tengo una enfermedad, me puedo morir... Quizás a
partir de este momento se deba añadir a su equipo médico, un especialista en
salud mental que se encargará de valorar esta nueva situación. Como padres no
debemos restarle importancia, no es cierto que los niños puedan con todo, ni
que nosotros podamos evaluar y dar respuesta siempre a nuestros hijos. En
ocasiones se puede ser reticente hacia esta especialidad médica muy necesaria
en la vida de los niños con enfermedades crónicas. Una vez tomada la decisión a
los padres también les aportará seguridad.
La mayoría de los niños con
enfermedades crónicas maduran rápidamente, superan la etapa de los miedos y hacia
los ocho años conocen muy bien su enfermedad: que ocurre en su páncreas, porque
necesitan administrarse insulina, las pautas de su tratamiento, el manejo de la
bomba de insulina si fuera el caso, que hacer antes del ejercicio o si tienen
hipoglucemia e incluso gran cantidad de datos relacionados con su alimentación
(lo que le conviene o no, raciones de hidratos de los alimentos más habituales...).
No deberían tomar decisiones sin supervisión pero conocen perfectamente el
protocolo de actuación, empiezan a ser autónomos. Sin embargo es una etapa que me
preocupa especialmente, saben tantas cosas sobre su enfermedad, entienden tan
bien las dificultades de su control que entran en una fase de resignación. Asumen que tienen que
renunciar a tomar la chuche que su compañero reparte en clase, que tiene que
parar de jugar en el patio porque tiene hipoglucemia, que no puede ir al
entrenamiento porque tiene la glucosa alta, que no podrá ir a dormir a casa de
su amigo, que se quedará sin ir a la granja con la clase... En realidad son
pequeñas cosas que nos pueden parecer sin importancia pero creo que lo peor que
podemos hacer es restarle valor, hay que cargarse las pilas de empatía y ser
capaces de ponerse en el lugar de los niños, sobre todo de aquellos que sobrellevan
una diabetes muy inestable y que en el día a día las renuncias son continuas.
Necesitan apoyo, hacerles saber que comprendemos lo difícil que les puede
resultar en algunos momentos, hablar mucho con ellos y desde luego
compensarlos, estar atentos esos días en que están más estables para dejarlos
ir a jugar a casa de los amigos, aprovechar una hipoglucemia para darle ese
dulce tan tentador que normalmente no toma porque le dispara la glucosa...no se
trata de hacerlos consentidos o caprichosos, sino de ofrecerles una
satisfacción muy merecida! No solo las renuncias coartan su vida, llevar un
cateter, un sensor, una bomba puede resultar molesto aunque se acostumbren a
ello, pincharse en el dedo o ponerse una inyección hace un poco de daño aunque
tengan mucha práctica; sin duda muchos niños sueñan a estas edades con que
algún día su diabetes desaparecerá.
Y pasados unos años llega la
temida adolescencia, si hasta este momento los niños con una enfermedad crónica
destacaban por su madurez al llegar a los trece o catorce años pueden arrinconarla
en el fondo de su corazón para dar paso a la rebeldía: por qué a mí, quiero
salir igual que mis amigos, incluso beber o fumar, quiero comer lo que me
plazca y beber refrescos y hacerlo sin control o no quiero comer para tener
mejor tipo, no me quiero inyectar insulina o no quiero hacerme los controles,
me he cansado de llevar la bomba ¡no me queda bien! La adolescencia ya es una
etapa difícil para todos los niños (también para sus padres) si además del todo
"quiero y no puedo" tienen que añadirle un montón de obligaciones que
le impone su enfermedad la bola puede estallar y las complicaciones se dejan
ver en los resultados de sus controles o, lo que es peor, en las urgencias del
hospital (cetoacidosis, comas diabéticos...). ¿Cómo evitar llegar a estos
extremos? De nuevo con el apoyo de los padres y de los especialistas médicos
(salud mental incluido, si fuera necesario), hablando mucho con los chicos
desde la comprensión pero con firmeza. Ya tienen edad suficiente para
comprender su enfermedad en profundidad, edad para tomar decisiones acerca de
su tratamiento y edad para conocer todas las enfermedades colaterales que se
producen a largo plazo a consecuencia de un mal control y de los graves riesgos
que asumen cuando deciden saltarse las reglas. Esta es una buena edad para
dejarse influenciar por los buenos ejemplos y en el mundo de la diabetes
contamos con un puñado de ellos, chicos y chicas que no se amilanaron ante su
enfermedad, que se marcaron unas metas altas en el mundo del deporte, en su
vida social, en sus metas de trabajo... que alcanzaron sus sueños!!!
Los niños con diabetes pueden
"en teoría" llevar una vida normal, hacer la misma vida que sus
amigos. La "teoría" lo permite, la realidad es que en muchas ocasiones
no puede ser exactamente así. En cualquier caso pueden disfrutar de una vida
satisfactoria y plena, adaptando la diabetes a su ritmo de vida, cuidándose y
siendo conscientes de que la falta de control les pasará factura a lo largo de
su vida. Como padres permitámosles marcarse sus propias metas y apoyémosles en
el camino de lograrlas!
Ya os he hablado en más ocasiones de esta institución, el Instituto de microcirugía ocular cuenta con un departamento específico de retina y vítreo, enfermedades específicamente frecuentes en las personas con muchos años de diabetes y sobre todo en aquellos casos mal controlados.
El IMO nos explica que la retinopatía diabética (enfermedad que se ha convertido en la primera causa de ceguera irreversible en edad laboral, aunque es evitable en un 90% de los casos con un tratamiento precoz y adecuado) se produce por la descompensación metabólica de la diabetes, que daña las células y los vasos sanguíneos de la retina, que se vuelven más permeables y frágiles con el mantenimiento de niveles altos de glucosa en sangre.